miércoles, 28 de septiembre de 2016

ÉGLOGA

 Canta Amarilis, y su voz levanta
 mi alma desde el orbe de la luna
 a las inteligencias, que ninguna
 la suya imita con dulzura tanta.

De su número luego me trasplanta 
a la unidad, que por sí misma es una, 
y cual si fuera de su coro alguna,
alaba su grandeza cuando canta.

Apártame del mundo tal distancia,
que el pensamiento en su Hacedor termina, 
mano, destreza, voz y consonancia.

Y es argumento que su voz divina 
algo tiene de angélica sustancia, 
pues a contemplación tan alta inclina. 

Marcos Sanz Perdiguero, 1ºC.

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