sábado, 1 de octubre de 2016

Romance de la reina Elena
—Reina Elena, reina Elena,—¡Dios prospere tu Estado! 

si mandais alguna cosa—veisme aquí a vuestro mandado. 
—Bien vengades vos, Páris,—Páris el enamorado. 
Páris, ¿dónde vais camino,—dónde teneis vuestro trato? 
—Por la mar ando, señora,—hecho un terrible cosario, 
traigo un navío muy rico,—de plata y oro cargado, 
llévolo a presentar—a ese buen rey castellano.— 
Respondiérale la reina,—de esta suerte le ha hablado: 
—Tal navío como aquese—razón era de mirarlo.— 
Respondiérale Páris—muy cortes y mesurado: 
—El navio y yo, señora,—somos a vuestro mandado. 
—Gran placer tengo, Páris,—como venís bien criado. 
—Vayádeslo a ver, señora,—veréis cómo va cargado. 
—Pláceme, dijo la reina,—por hacer vuestro mandado.— 
Con trescientas de sus damas—a la mar se habia llegado. 
Echó la compuerta Páris—hasta que hubieron entrado; 
desque todos fueron dentro—bien oiréis lo que ha mandado: 
—¡Alzen áncoras, tiendan velas!—Y a la reina se ha llevado. 
Lúnes era, caballeros,—lúnes fuerte y aciago, 
cuando entró por la sala—aquese rey Menelao, 
mesándose las sus barbas,—fuertemente suspirando, 
sus ojos tornados fuentes,—de la su boca hablando; 
—¡Reina Elena, reina Elena,—quien de mí os ha apartado, 
aquese traidor Páris,—el señor de los troyanos, 
con las sus palabras falsas—malamente os ha engañado!— 
Cuán bien se lo consolaba—don Agamenon su hermano: 
—No lloredes vos, el rey,—no hagades tan gran llanto, 
que llorar y sollozar—a las mujeres es dado: 
a un tal rey como vos—con el espada en la mano. 
—Yo os ayudaré, señor,—con treinta mil de caballo, 
yo seré capitán de ellos,—y los iré ordenando, 
por las tierras donde fuere—iré hiriendo y matando: 
la villa que se me diere—haréla yo derribar, 
y la que tomare por armas—esa sembraré de sal, 
mataré las criaturas—y cuantos en ella están, 
y de esta manera iremos—hasta el Troya allegar. 
—Buen consejo es ese, hermano,—y asi lo quiero tomar.— 
Ya se sale el buen rey—por la ciudad a pasear, 
con trompetas y añafiles—comienzan a pregonar: 
quien quisiere ganar sueldo—de grado se lo darán. 
Tanta viene de la gente—que era cosa de espantar. 
Arman naos y galeras,—comiénzanse de embarcar. 
Agamenon los guiaba, —todos van a su mandar. 
Por las tierras donde iban—van haciendo mucho mal. 
Andando noches y dias—a Troya van a llegar; 
los troyanos que lo saben—las puertas mandan cerrar. 
Agamenon que esto vido—mandó apercebir su real, 
pone en orden su gente—como habia de estar. 
Los troyanos eran muchos,—bien repara su ciudad. 
Otro dia de mañana—la comienzan de escalar, 
derriban el primer paño,—de dentro quieren entrar, 
sino fuera por don Héctor—que allí se fué a hallar; 
con él estaba Troilo —y el esforzado Picar. 
Páris esfuerza su gente—que empiezan de desmayar; 
las voces eran tan grandes—que al cielo quieren llegar. 
Matan tantos de los griegos—que no los saben contar. 
Más venian de otra parte—que no hay cuento ni par; 
entrado se han por Troya,—ya la empiezan de robar, 
prenden al rey y a la reina—y al esforzado Picar, 
matan a Troilo y a Héctor—sin ninguna piedad, 
y al gran duque de Troya—ponen en captividad, 
y sacan a la reina Elena,—pónenla en su libertad. 
Todos le besan las manos—como a reina natural. 
Preso llevan a Páris—con mucha riguridad; 
tres pascuas que hay en el año—le sacan a justiciar,
sácanle ambos los ojos,—los ojos de la su faz, 
córtanle el pie del estribo,—la mano del gavilan, 
treinta quintales de hierro—a sus pies mandan echar, 
y el agua hasta la cinta—por que pierda el cabalgar.

Alejandro Boyero 1º B bachillerato

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